Han pasado 77 años desde que las tropas americanas fueran recibidas, precisamente un 5 de mayo, por los presos republicanos con una enorme pancarta que rezaba: "Los españoles antifascistas saludan a las fuerzas libertadoras". Hasta ese momento, casi 10.000 habían pasado por este grupo de campos de concentración nazis situados en torno a la empresa de Mauthausen en Austria, donde se utilizaba la mano de obra esclava para extraer granito en varias canteras de la zona. Entre ellos, dos jóvenes argandeños, Pedro Moratilla Sánchez y Pedro Guzmán Alcalá, con 26 y 23 años, que, como tantos otros cruzaron a Francia al concluir la guerra civil, y allí pasaron a formar parte del Ejército francés o se integraron en la Resistencia francesa. Cuando el país cayó bajo el dominio nazi y se instauró el régimen de Pétain, estos republicanos fueron trasladados a Austria y fueran realojados en campos de trabajo.
El 3 de marzo de 1941, Pedro Moratilla Sánchez, ingresa en Mauthausen, pero al poco tiempo es trasladado al campo cercano de Gusen, un campo de trabajos forzados, que junto a las condiciones de vida extremadamente duras, la alimentación insuficiente y todo tipo de malos tratos, llevó al exterminio de la mayoría de los presos que allí ingresaban, como fue el caso de nuestro paisano Pedro Moratilla, fallecido a los nuevos meses de su internamiento.
Pocos días después de su muerte, el 19 de diciembre de 1941, ingresa en Mauthausen Pedro Guzmán Alcalá, nacido también en Arganda, y vecino del barrio del Arrabal, que tuvo la fortuna de ser uno de los aproximadamente 2000 españoles que pudieron sobrevivir al horror del campo de concentración, y recibir a las tropas americanas que liberaron el campo el 5 de mayo de 1945.
Es realmente una historia trágica, que cuando personalizamos en un vecino de nuestra ciudad, se comprende mejor su alcance. Arganda fue un enclave republicano de gran importancia durante la guerra civil, especialmente en 1937, en las fechas de la Batalla del Jarama, que se convierte en un inmenso cuartel, y es en ese momento cuando Pedro, con apenas 18 años, deja su casa de la calle San José, y se enrola como voluntario en el ejército repúblicano. El resto de su historia es la misma de tantos miles de españoles que siguieron el mismo itinerario de guerra, exilio y el infierno de Mauthasen, pasó a ser un número, el preso 4492, que a buen seguro no olvidaría el resto de su vida.
Sin embargo, no tuvo el peor destino posible, como le ocurrió a Pedro Moratilla, fue enviado al campo de concentración de Steyr-Münichholz , un subcampo de Mauthausen-Gusen, donde los los presos producían armas y motores de avión en las fábricas de la corporación Steyr-Daimler-Puch, además de construir búnkeres antiaéreos en la ciudad de Steyr . Muchos reclusos murieron por desnutrición, trabajando constantemente a un ritmo acelerado independientemente de las condiciones climáticas y la falta de tratamiento médico. Otros murieron en ataques aéreos contra las fábricas de Steyr en febrero y abril de 1944, y los que enfermaban solían ser enviados de regreso al campo principal de Mauthausen para que los mataran.
No fue la suerte que corrió Pedro Guzmán que pudo presenciar la liberación de las fuerzas estadounidenses, junto a otros cientos de excombatientes españoles republicanos, una imagen muy icónica en la que estuvo presente un vecino de Arganda del Rey. Pero tuvo también su lado más triste, la mayoría de los españoles supervivientes de la extenuación y la tortura, y olvidados por las autoridades franquistas, simplemente no tenían donde ir, y permanecieron más de un mes en el propio campo después de la liberación. La gran mayoría, como es el caso de Pedro Guzmán, salió en un tren especial para los deportados, primero a Paris, luego a Toulouse, con la satisfacción que eran recibidos en cada estación con bandas que tocaban La Marsellesa o la Canción de los guerrilleros, la Francia liberada poco tenía que ver con la que del régimen de Vichy.
Allí, en el sur de Francia, con 27 años, inicia una nueva vida sin olvidar nunca su añorada Arganda. Se casa con otra española, natural de Navarra y también exiliada, y forma su propia familia. No puede volver a Arganda hasta años más tarde, y gracias a un salvoconducto que le proporcionaba el Ayuntamiento, y así lo haría en varias ocasiones hasta su fallecimiento. Nunca reveló a sus familiares de Arganda los años negros de Mauthausen. Contra el dolor de ese recuerdo, nada mejor que el olvido, para muchos como él se convirtió en el mejor mecanismo de defensa. Pedro era para sus sobrinos el “tío de Francia”, fuerte, amable y muy cariñoso, y con un buen coche, y sobre todo muy enamorado de su Arganda. Cuando en los últimos años de su vida comienza a fallarle la salud viaja con más frecuencia a España, y como él mismo afirmaba se le curaban todos los males volviendo a pasear por el Arrabal de su infancia.
Su deseo era morir y ser enterrado en el camposanto de Arganda, incluso llega a adquirir una sepultura, pero no pudo ser, fallece en Castres, una pintoresca ciudad cercana a Toulouse, que se le conoce como la pequeña Venecia del Languedoc, y que alberga además un museo en honor al pintor español Francisco de Goya. Murió sin apenas compartir su historia, un silencio que fue el mismo que el de varios cientos de combatientes republicanos españoles en el exilio. La situación política negó a la víctimas su dignidad, persiguiéndoles, y en muchos casos negando su existencia, por eso es tan necesario recuperar su memoria, tanto de los que allí murieron, como Pedro Moratilla, y de los como Pedro Guzmán lo sufrieron pero que tuvieron la fortuna de poder ser liberados un día como hoy, el 5 de mayo de 1945.