Arganda siempre se ha asociado a tener unos vinos generosos, muy apreciados en la Corte madrileña y en las mejores mesas de Castilla. Especialmente en el siglo XIX cuando, junto con los tintos de Valdepeñas, se convierte en el vino de referencia de las tabernas madrileñas. Todavía no habían surgido los Rioja o Ribera del Duero.

En el año 1893 se celebra la Exposición Universal de Chicago en la que participan ocho bodegas de Arganda del Rey que presentan sus vinos en el pabellón de agricultura. Todas  obtienen la calificación “fairs” (buenos), un reconocimiento que significaba que “eran de calidad superior y de mayor estima”, salvo la bodega de Celedonio López Alonso que obtiene una  medalla de oro, la única a los vinos de Madrid, y una de las pocas que trae la provincia, junto al bodeguero obtuvieron medalla de oro el pintor Joaquín Sorolla, la Biblioteca Nacional y el Observatorio Astronómico.

Arganda ya había presentado sus vinos en las Exposiciones Universales celebradas en París en los años 1867 y 1878 en las que el arquitecto argandeño Tomás Aranguren Sanz presentó sus vinos tinto, blanco y dulce imitación de Málaga, obteniendo en la primera, una mención de honor y en la segunda, una medalla de bronce.