Yo nací el 17 de Septiembre de 1916 a las dos y treinta de la mañana en la C/ de la Calzada, nº 68 (hoy C/ Real), de Arganda del Rey. Mi mujer el 6 de Octubre del mismo año. Cuando éramos pequeños, tendríamos tres o cuatro años, nos mandaron al colegio. Íbamos a un colegio que se llamaba de las monjas, "Siervas de San José", que está al final de la calle Libertad, que ahora hay un bloque de casas que da a la calle Carretas. Allí estaba el colegio e íbamos allí a los párvulos. Había una barandilla que dividía el colegio entre los niños y las niñas. Allí estábamos hasta que se pasaba al colegio.
¿Qué maestros había entonces?
¿Eran colegios privados?
No, no eran colegios como decíamos "del Ayuntamiento". En el de las monjas pagamos 3 pesetas al mes y luego cuando pasábamos ya a otra clase eran 5 pesetas al mes. Pero claro ahí ya enseñaban a las muchachas labores, era de lo que vivían las monjas.
Usted se acuerda de un libro donde los alumnos iban escribiendo, era un cuaderno que tenía el maestro?
Teníamos el "Catón", que era para escribir las letras e ir juntándolas. Luego ya se pasaba casi a una enciclopedia, y ahí tenías de todo. Tenías gramática, aritmética, geografía, y el que sabía eso, y escribir, era una lumbrera.
¿Eran duros los maestros?
Pues hombre entonces sí, castigaban y algunas veces se escapaba algún punterazo.
¿Era habitual que pudieran ir todos los días al colegio, o había que ir al campo?
No, el que iba al colegio, iba todos los días. Ahora, había otros niños que no iban. Los que iban a trabajar, esos casi no iban al colegio. En el invierno había unas clases nocturnas. Los que iban al campo a ayudar a los padres a recoger los sarmientos que se podaban de la cepa, luego iban a clases nocturnas, me parece que eran gratis. Yo me acuerdo de Don Román, Don Francisco, y de Don Dámaso que fue con el último que fui yo al colegio, cuando faltó Don Francisco.
¿Qué bodegas había en Arganda?
Pues en casi cada casa había una bodega. Las más grandes que había eran las de "Juanita Sánchez", la de Juan Manuel Sánchez, también "el Santo" que estaba donde está ahora el aparcamiento. Luego pues en muchas casas había. Donde vivíamos nosotros había dos bodegas, aquí había otra, el señor Placido... Muchas bodegas, en todos sitios.
¿Ese vino lo compraba gente que venía de Madrid?
El vino lo compraban luego los arrieros. La mayoría venía a comprar vino de Segovia, el célebre "Cándido". Aquí venía, de chiquito ese, Cándido, con su padre a comprar vino. Con una mula de carga se llevaba el vino en pellejos hasta Segovia. Se llevaban vino también a Asturias a Trubia, barriles grandes de 50 o 60 arrobas.
¿Qué diferencia hay entre el vino de ahora y el vino de entonces?
¿Para la vendimia, venía mucha gente de fuera?
¿Cobraban al peso o al jornal?
No. Como iban cada uno a su casa, pues no se pesaba. Nada más que se volcaba y se molía.
¿Luego la uva la pisaban las pisadoras?
Las uvas las pisaban las pisadoras, luego pues con la viga y la prensa. Con una palanca, entonces eléctrico no había nada. La viga de la piedra, era dándole vueltas para subir el tornillo, y la viga bajaba, tenía el retranqueo, las vírgenes, las espadas. Las vírgenes eran las que estaban detrás para hacer el retranqueo. Luego las trancas que iban encima del cubeto. Las espadas son otras tranquitas que había con dos palos arriba, que sujetaban, para que si subía o bajaba la viga on la piedra hiciera balanza. Cada uno tenía su nombre. Nosotros teníamos una máquina pisadora, que tenía abajo un eje con unas aspas. Se le metía una zaranda de cobre, con unos agujeros como del tamaño de un duro antiguo. Eso se utilizaba para el vino tinto, para molerlo y hacer la madre, porque sino es más ácido. Con las aspas salían escobajos por un lado, y lo molido salía por los agujeros, y así se limpiaba.
Del lagar bajaba el mosto...
¿Olía muy fuerte?
Cuando estaba fermentando, mientras tanto no. A mi me gustaba meter la nariz, hasta que aguantaba, hasta que subía el picorcillo por la nariz, y ya para atrás. Ha habido quien se atufó. Sobre todo al sacar la madre, siempre había que meterse en la tinaja para sacar la madre, y siempre en prevención se metía un candil y si se apagaba, no se metía nadie porque había peligro. Cuando no se apagaba, entonces se podía pasar. Eso era el tufo, un gas carbónico. En la madrugada, se solía pasar por el cocedero a dar una vuelta al lagar. Entonces se abría la puerta del cocedero. Igual que se abría la puerta del toril. Había que abrir porque ¡salía un tufo que para qué! ¡No había quien entrara! Era todo lo contrario a lo que mandan ahora, que esté fermentando y con ventilación. Porque precisamente, estando todo cerrado se ahoga el aire y es cuando puede venir un parón. Se hacía por intuición. Había quien se le paraba alguna tinaja, pero era por eso, es que no sabían que había que abrir. Un año se enseñó aquí a cuidar las cepas. Heló el 27 de Mayo, hizo época, pero se helaron las puntas de los almendros. Aquello les enseñó que se debían despuntar las cepas para que el racimo cuajara mejor, y desde entonces se despuntan las cepas. Se despuntan como 15 o 20 centímetros, con una barita fina y ¡venga a darle palos!. Con la barita va despuntando divinamente, y cuando cuaja la uva lo hace mejor. Hay también otra forma, se llama la poda en verde. Cuando se ha despuntado, luego sale por las yemas un caballito, ese se quita, y entonces el sarmiento engorda, no crece, pero el racimo también. Otra cosa de Marcilla, del libro, era: se decía que despojar las cepas era bueno, ¡pues no, era malo!, y Marcilla te lo decía. Nosotros hicimos la prueba con una viña de riego.
El señor Marcilla vino a Arganda a dar varios cursos durante la República, ¿Se acuerda?
¿Esos cursos, dónde los daban, en la bodega, en el ayuntamiento ,...?
Pues no se donde los daría, en alguna bodega supongo. Pero yo empecé a ir al campo a los 14 años. Un par de años antes de la Guerra.
No hemos hablado del ocio, del tiempo libre. ¿Las fuentes eran un lugar de encuentro?
Bueno, y el día que llovía para ver si las mozas se remangaban un poco, ¡para verles el tobillo!, porque iban con la falda hasta abajo.
¿En el Casino de la calle Real había baile?
En el Casino también se hacía baile, igual. Era para los socios. Los que no eran hijos o familia de socios, no pasaban.
Había también un teatrillo viejo y el teatro nuevo que era también cine. Había un paso por el casino para subir.
¿Qué películas mudas ponían?
Hacían también teatro, venía alguna compañía, o los aficionados. Eso viene de tradición, porque mi padre, que su profesión era músico y cantaba por lo visto muy bien, (yo no lo ví porque precisamente en una función de teatro, sudó, y se le fue la voz, y luego se quedó como el guitarrillo. Le operaron, el doctor Bastos, y fumaba mucho creyendo que le suavizaba la garganta). Cuando estrenaron el teatro en el año 35 o antes, vino orquesta, pero el del piano era mi padre, casi el director de orquesta. Luego también venían bailarinas al teatro. Iba muy poquita gente, iban los hombres, las mujeres no iban. Mi padre iba a tocar, no cobraba nunca, casi hasta le costaba dinero, no sacaba ni para el viaje. Y yo pues me iba con los papeles debajo del brazo, al teatro, y me sentaba a orillas de mi padre, a ver a las bailarinas. Había uno que le llamaban "el tío verde", un hombre muy grandón, un que iba al campo, pero no se iba al campo hasta que no sacaba la entrada, para tenerla seguro, al primer banco que había a orillas del escenario. Antes de empezar le decía este a mi padre:
- "Don Emeterio, toque usted un poco por lo fino"
- Y ya cuando salía la bailarina...
- "¡Hala, levanta un poco la patita!"
Y por alguna fiesta o cosa así, para San Idelfonso que no había colegio (era el santo del Rey Alfonso XIII), pues se traían bailarinas, cupletistas... Vinieron comedias también Carlos Lemos, que murió hace poco, estuvieron más de una semana en el teatrillo.
¿Venían títeres para los niños?
Sí, en la plaza había muchos, se ponían las sillas alrededor y venía el del trapecio... Pasaban la bandeja luego.
- "¡Silencio por favor! ¡que un padre no se mata por cinco céntimos!"
¿Y circos?
No, aquí no venían circos hasta hace poco. Venían también los hombres con un cartel anunciando los crímenes de tal y cual. Venían unas coplillas, por cinco céntimos. Las diversiones pues eran estas.
¿Había banda de música?
No. Hubo una banda creo hará ochenta años o más, por lo visto, pero que desafinó mucho, y ya no hubo más.
¿En la Semana Santa se suspendían todos los bailes?
- "¡Anda mi padre, la que se va a liar!"
Cabalito. El sabía lo que iba a pasar. Y es que cuando estaban tocando, en un momento, suelta una escopeta dos tiros, y entonces de pronto dicen:
- "¡La Guerra! ¡La Guerra!"
Y sale todo el mundo corriendo. Allí no quedó nadie en la plaza. Claro mi padre se moría de la risa porque sabía lo que iba a pasar. Toda la gente salió corriendo.
Luego los encierros se hacían el jueves y el viernes por la mañana, hasta las doce. Se empezaba por la mañana el encierro a las siete, con un toro de aguardiente, a desayunar, y a la capea. Se echaba un toro hasta las doce como mucho, y luego ese encierro le soltaban a las tres de la tarde, hacia la isla. Al día siguiente, el viernes, igual. El lunes era todo el día. Se traían 20 toros. Tenían que hacer por detrás de los toriles, otro, porque no cabían en los toriles. En la esquina del ayuntamiento hacían otro toril portátil de tablones. Y todos los días hasta que era anochecido. A las doce o la una, soltaban el encierro para irse otra vez para la isla. Menos al toro que se escapaba, que metía la cara entre los palos, y se iba. Porque claro, ahora los hierros no, pero por los palos de madera, el que metía la cabeza, daba de sí, y claro que se iba, derecho a la isla.
Venía mucha gente de fuera.
Del puente de Vallecas muchos, los chulillos. De ahí salió "el cordobés". Cuando se cortaba la plaza, que no pasaba la carretera, era cuando venía el cordobés (tengo por ahí alguna fotografía). Se hacía el encierro por la calle de Enrique Calleja. Entonces se cortaba la plaza con unas puertas grandes de un lado y de otro.
Antes de que se cortara la plaza, el tráfico se paraba mientras se soltaba a un toro y a otro ...
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¿La mayor parte de los niños no tenían que ir al campo a ayudar a los padres?
No. Los juegos de los niños, las anécdotas mías, dice mi mujer: "Ya estás con lo tuyo".
Yo vivía en San Roque, a orillas de San Roque, y me bajaban al colegio. En verano, si bajaba llorando, me decían: "¿Gregorio no lleva pepino en los bolsillos!". Qué se comía, pues el jornal del obrero en aquella época, venía costando casi lo que valía una arroba de vino, de cuatro a cinco pesetas. A los obreros entonces les llamaban "criados" aquí, lo mismo que a las criadas del servicio. Luego venía el mayordomo, que era el jefe donde había cuatro o cinco obreros.
Y comer, pues entonces ¿qué valía?, mi mujer que fue panadera os lo puede decir, ¿qué valía el pan? : "pues 15 céntimos un pan de un kilo." Luego subió ya mas tarde a cuarenta céntimos el kilo. Había un Alfonsino que eran 15 céntimos el cuarto de kilo. Hacían también por la mañana unas barritas de 5 y de 10 céntimos. eso fue antes de la guerra.
¿La mayor parte de los niños no tenían que ir al campo a ayudar a los padres?
No. Los juegos de los niños, las anécdotas mías, dice mi mujer: "Ya estás con lo tuyo".
Yo vivía en San Roque, a orillas de San Roque, y me bajaban al colegio. En verano, si bajaba llorando, me decían: "¿Gregorio no lleva pepino en los bolsillos!". Qué se comía, pues el jornal del obrero en aquella época, venía costando casi lo que valía una arroba de vino, de cuatro a cinco pesetas. A los obreros entonces les llamaban "criados" aquí, lo mismo que a las criadas del servicio. Luego venía el mayordomo, que era el jefe donde había cuatro o cinco obreros.
Y comer, pues entonces ¿qué valía?, mi mujer que fue panadera os lo puede decir, ¿qué valía el pan? : "pues 15 céntimos un pan de un kilo." Luego subió ya mas tarde a cuarenta céntimos el kilo. Había un Alfonsino que eran 15 céntimos el cuarto de kilo. Hacían también por la mañana unas barritas de 5 y de 10 céntimos. eso fue antes de la guerra
¿Lo normal era que los niños dejasen de estudiar a los 11 o 12 años...
Sí. La mayoría se buscaban la vida en el campo. Aquí industria no había ninguna, salvo la fábrica de la azucarera que empezó en el año 1900. La campaña empezaba en noviembre hasta primeros de febrero. Si había buena campaña, allí se empleaban alrededor de 400 o 500 personas. Yo estuve trabajando en la oficina. La mayoría eran de Arganda. Luego había los obreros fijos que se quedaban durante un año para reparaciones y cosas así, eran alrededor de 100. Todos ellos trabajaban en la fábrica. Los obreros del campo tenían que llevar la cosecha allí. La azucarera daba la semilla y luego lo descontaba cuando se entregaban los salarios. Pero obreros que trabajaran en la industria eran esos.
Había otra industria pequeña que era la alcoholera. Estaba aquí, en Juan de la Cierva. Ahí habría ocho o diez obreros fijos todo el año. Sacaban desperdicios de la uva, que llamábamos "la casca". Luego eso lo quemaban y hacían el alcohol.
¿Luego lo vendían?
De la aceituna Gregorio, ¿qué nos puede contar?
Entonces había varios molinos particulares. La aceituna se cogía y se llevaba allí. No se pesaba. Allí había unos atrojes, casi tan grandes como esta habitación, y tu ibas todos los días y cuando volvías del campo, lo volcabas allí, ese atroje era para ti. Hasta que te decían, "mañana vamos a moler tu aceituna, ha dado tanto de aceite", y adiós, que te vaya bien.
¿Y te lo creías?
Claro. Hasta que viendo que aquello no funcionaba, se reunieron unos labradores, entre ellos mi padre, (que fue el primer tesorero de la cooperativa aceitera) y se hizo la cooperativa aceitera. Se compró ese molino, el que está en la carretera de Vilches, a Doña Luisa Maitires. Era un molino más moderno, pero yo no sé si lo llegó a usar esta señora, yo no me acuerdo de verlo funcionar. La gente que tenía su molino particular dijeron que iban a ir a la ruina los de la cooperativa, y los que fueron a la ruina fueron ellos. En tres o cuatro años desaparecieron. En los molinos particulares te daban 13 libras por los 100 kilos de aceitunas. Yo me acuerdo que teníamos bastantes olivas y cuando nos daban el aceite pues siempre se quedaban con dos o tres kilos para pagar el molino, los gastos, etc. Había tres relevos para el molino. Por Reyes empezaba ya la aceituna y duraba hasta el mes de Febrero. Casi mes y medio. Aquello fue después del 31, durante la República. Les llamaban los de "la Sociedad de la grasa". Luego estaba el molino de Cecilio, que estaba donde Santa Teresa y todo eso. Había otro de Don José Alonso, que estaba en la calle de la Amargura, nosotros éramos sus clientes. Pero aquellos molinos se terminaron. Todo el aceite de la cooperativa se quedaba para los socios, salvo los gastos de producción. A primeros de año se hizo un atroje que iba desde la misma entrada de la carretera hasta donde esta la casilla. Habría allí siete u ocho millones de kilos.
¿La cooperativa era quien vendía el aceite, o eran los socios?
Los socios se los llevaban a su casa y ya luego lo vendían cada uno en su casa. Nosotros nos llevamos el aceite y luego utilizábamos de ese aceite para el vino cuando se trasegaba, para tapar las tinajas en la cueva. Llegaba el vino hasta arriba y luego se le echaba a cada tinaja como dos o tres litros de aceite y con eso se quedaba cerrado herméticamente. Luego se quitaba con un platillo que tenía cuatro agujeritos un poquito más hondos claro, se recogía, se echaba a un caldero, y ese aceite no se tiraba. Se utilizaba para los candiles, todavía no había luz eléctrica. Para hacer jabón también se utilizaba, se ponía sosa, agua y aceite. Yo me acuerdo de hacer jabón con mi abuela y me decía:
-"coge un sarmiento y vete conmigo".
-"Para qué abuela"
-"Tú cógelo y ven"
Antiguamente las casas de labor tenían su alquitara donde hacían el aguardiente para el consumo. entonces en un cacharro grande se echaba la sosa, el agua y el aceite, y se movía con un palo. Y yo le decía a mí abuela:
-"¡abuela pero ¿y el sarmiento?!"
-"Bueno, tu no te apures, ¡mételo ahora! Todavía no se sujeta".
Y ya venga a darle vueltas hasta que cuajaba, ponías el sarmiento y ya se quedaba quieto, derecho. Entonces estaba hecho el jabón. Luego se volcaba en unas latas cuadradas, partidas, y cuando estaba duro, se cortaba con un alambre. Era lo que se usaba para lavarse, fregar, todo.
¿El agua corriente cuando llega a las casas de Arganda?
Después de la Guerra. Antes había que ir a las fuentes.
¿Quién iba a las fuentes?
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La Ermita de Valtierra, ¿la ha conocido con cubierta?
Casi, casi la conocí con cubierta, porque cuando se hacía la celebración del domingo de Pascua, se iba a la ermita de Valtierra, a la pradera que había, para la merienda, y cuando yo iba de pequeño casi estaba cubierta. Aunque ya no quedaban nada más que las paredes, me parece. Es una lástima. La de Vilches la conocí también con cubierta.
¿Era de la Casa de Vilches?
Cuando llegaba la función, venían los pollos tomateros que decían:""¿la función viene. Tomates venden. Triste de mí!" Entonces se hacía el pollo frito con tomate. Para Noche Buena era la gallina en pepitoria, la sopa de almendras (sopa de leche con pan y almendras) y la ensalada de granada (la granada de Granada, con vino y algunas veces se le echaba azúcar).
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¿Era normal hacer matanza?
Poca. Pero sí, siempre había alguno que tenía algún cerdito y lo mataba. Le hacía la matanza gente humilde, y con el cerdito los ayudaba porque tenían para ellos y luego el sobrante, que hacían morcilla o cosas de esas, lo vendían en una tabla en la plaza. Pero ya sale más barato comprarlo.
Los comercios que había, estaban todos aquí en la plaza ...
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¿Qué gente venía en el tren a pasar las fiestas?
Venían de todas las gentes sociales. Me acuerdo que cuando íbamos al río, venía en una moto con sidecar, con cajón, ¡los primitivos de Ilsa! De aquellos helados Ilsa, que había antes que el Danone y todos esos, los Ilsa venían a vender. Se llenaba todo eso de gente de Madrid.
¿Había buena relación de la gente de Arganda con la de Madrid?
A veces sí y a veces mo. Un año me acuerdo que hubo una pelea a pedradas. No sé porqué sería. Yo donde me bañaba más con Ramón (le llamaban Ramón el ancho), me iba al campo con él, y cuando llegábamos a la viña de Valdocarros (que estaba a menos que de aquí a la plaza), le decía:
- "Ramón, ¿Cuando nos vamos a bañar?"
- "¡Qué no nos deja tu padre!"
- "¡si mi padre no nos ve desde aquí!"
Entonces en día, nos fuimos a bañar, yo no sabía nadar. Era en el mes de Agosto y pasaba bastante agua, más de una cuarta de agua por la presa. Entonces fuimos a pasar al otro lado, y cuando llegamos por mitad de la presa, se me fueron los dos pies y ¡cabalito!, Gregorio con la barbilla en el cemento, y digo:
- "¡ Parece que no me ha pasado nada!"
- "¡Levanta la cabeza. Hay madre, que se te ven los sesos! ¡Vámonos! ¡Me has arruinado. En cuanto nos vea tu padre me despide!"
- "¡Pues yo me baño!"
Me bañé con un pañuelo puesto. Llegue con mi caballo, llego allí a San Roque, meto el caballo, me ve mi padre y me dice:
- "¡Qué te pasa!"
- "Que me he enredado con un sarmiento y me he dado con una piedra"
- "¿Es verdad?"
- "¡Claro que sí. A ver como va a ser!"
- "¡Paco ven a curar a éste!"
Por la tarde, la costumbre del verano era echar el vino del criado y cobrar el jornal para el día siguiente madrugar. Claro, yo por la tarde echaba la siesta. Se ponían en el patio las mujeres que cosían. Yo me puse detrás de la cortina y veo que subía Ramón, nos habíamos puesto de acuerdo, entra y dice:
- "Buenas tardes"
- "Buenas tardes"
- "Oye Ramón, ¿qué le ha pasado a Gregorio?"
- "Sí, ¿qué tal está?"
- "Bien, no tiene nada. ¿Pero cómo ha sido?"
- "Pues que según íbamos entrecavando, se ha enredado con un sarmiento y se ha dado con una piedra"
- "¡Pero esa es la verdad!"
- "¡Qué sí, señor!"
Al otro le temblaba la blusa... ¡echó el vino y salió corriendo! Pues se murieron, y a mi hermano Paco, que se ha muerto hace tres años, tampoco le dije cómo fue lo de la cicatriz.
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En verano ¿había costumbre de bajar a bañarse al río?
Sí. De muchacho iba corriendo. Bajábamos al río y luego pues subíamos andando o en el tren por cinco o nueve céntimos. El mejor sitio que había se llamaba el "hoyo de las mulas". Estaba un poco más abajo del puente. Había una pradera hermosa, grande y el río. La gente venía de Madrid, los domingos había un tren especial para la gente que venía al río. Había otro sitio que era la presa. Era de Valdocarros. En aquella época había bastante agua y unos peces riquísimos, y anguilas.
¿Se pescaba también?
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¿Cómo era la atención médica? ¿Se pagaba al mes a un médico?
Sí, eran igualas, y aquí era médico Don José Alonso y don Tomás. Luego vino don Antolín, luego mi hermano, que cuando terminó la carrera se quedó también aquí hasta que terminó la Guerra, entonces se quedó sordo, e hizo lo de Odontología. Empezó aquí pero ya después se fue a Madrid. Luego venían los sábados y los domingos, pasaba consulta, y estaba él solo de odontólogo. Más tarde vino otro de Madrid, un Torres, y Dañino también venía, don Gregorio vino después (estuvo aquí mucho tiempo, hasta que se jubiló casi.)
Los más pobres tenían el Castillo...
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Durante la República aquello se colectivizó y estaban los sindicatos, la UGT y el sindicato Católico.
Sí. Ya empezaron a roturar ahí. Pero los primeros años que se empezó a roturar allí, las siembras no valían de grandes. Claro aquello después de haber criado tantas reses tenía mucho abono. Luego ya se hicieron parcelas y para cada seis o siete se hacía un pozo, a dos metros tenías el agua allí. Tenía un riego al año, la isla, del Caz que pasa. Ese Caz venía de la presa que pasaba a la finca del Porcal y ese paso tenía una vez al año y la utilizaban para regar el Soto.